17 febrero 2006

Un día envuelto en mierda

Hoy es un día de esos especiales, de esos que vienen envueltos en mierda, pero que a pesar de todo siguen siendo felices.

Empezando de lo lejano a lo cercano:

  • Groenlandia se derrite, cosa que a pesar de que no tengo chalet a la orilla del mar me cabrea bastante. No se saben las consecuencias de eso.
  • Los americanos montan el pollo por unos perdigonazos a un ricachón por otro ricachón, pero siguen matando con saña por los intereses de esos mismos ricachones.
  • En spain, los herederos de franco siguen babeando mierda a la cámara.
  • Un cliente pierde el norte y sigue pecando de injusto y descontrolado.
  • Un amigo me decepciona y me descubre sus dobleces.
  • El mes escapará con mas pena que gloria económicamente.
  • ...

Pero bueno, a pesar de eso, tengo un proyecto que me gusta, y la sonrisa y las palabras de las personas que quiero y me quieren e incluso de alguna que quiero casi sin deberlo. Después de todo, la mierda no consiguió calarme el día...

Raro en las cosas del querer

En las cosas del amor, como en otras muchas, me parece que a veces peco de raro.

Recuerdo que mi primer enamoramiento, intenso y desorientador, fue en el médico. La víctima fue una niña de unos dos años mayor que yo. La verdad es que ella no estaba para responderme a mis intentos de atracción. Tenía un trancazo de la ostia. La nariz, que tenía como una berenjena roja, casi le sangraba de tanto sonarse. Todavía no sé si lo nuestro no fue a nada por culpa de su nariz o porque yo no le gustaba. Ahora me consta que anda sola y salida, pero ya es tarde, han pasado los años y aquello ya me cicatrizó, para ser mas exactos, seis días después.

Por otro lado he de reconocer públicamente que me gustan las mujeres a contrapelo de los cánones de belleza. Me gustan las mujeres con el pelo recogido en una cola. Una cola de esas que se hacen para disimular que tienen el pelo sucio, aunque eso lo he descubierto no hace mucho.

También me gustan con zapatos planos, tipo zapatillas. Nada de sofisticados tacones, me desagradan. Incluso como secuela de Ghost, me gustan las mujeres que se ponen mis zapatillas de casa y la parte de encima de mi pijama. Así me parecen muy queribles y sexys.

Y para rematar mi rareza en cuestión de mujeres, tampoco me gustan las mujeres con conjuntos minúsculos de lencería. Sin embargo mataría por verlas con unas bragas "de cuello largo" de color pastel. De hecho, las bragas ni rojas, ni negras, unas de color fresinata pueden ser mi delirio.

No sé si tendría que hacérmelo mirar, si me acerco a la perversión con estos gustos, pero por si acaso, ustedes no se los digan a nadie ;)

01 febrero 2006

Paco y su negocio

Paco es lo que se dice un "tonto de pueblo", aunque ahora esta mal visto decirlo así y se dice "disminuido psíquico". ¡No sé! Queda mas frío e impersonal... crea mas distancia entre él y el nombrador... no me termina de convencer el concepto.

Yo no sé exactamente en que consiste su minusvalía. El símbolo mas visible de la misma es que es incapaz de contener el músculo de la sonrisa y siempre va por la calle con cara de felicidad. Lo mismo hasta se está riendo de nosotros.

Un día en el dentista le dio por hojear una revista de esas para "emprendedores". No se sabe que artículo o foto (ya que no sabe leer) le metió en la cabeza la idea de hacerse empresario. El caso es que a partir de ese día se aplicó con ese esmero que tan bien les sale a los "tontos de pueblo" a hacerse empresario.

Durante un tiempo no encontró el medio, hasta que un día le vino a la cabeza que de niño le salían las mejores pulseras de cable eléctrico del barrio. Esas pulseras que de críos hacíamos trenzando cablecitos de colores y que a mas de uno no arrastró a caminos de delincuencia. Para conseguir la materia prima, no dudábamos en desvalijar viejas oficinas.

Paco no tuvo que robar el cable, simplemente les pedía los sobrantes a los informáticos y electricistas del pueblo. Tras unos días de concentrada elaboración de pulseras se puso en la plaza de la iglesia a venderlas. Como no tuvo mucho éxito, se planteó cambiar su estrategia comercial y se dedicó a ofrecer las pulseras a domicilio.

Alguna virtud encontraron las mujeres en su mercancía, porque de repente se volvieron frenéticas comprándole pulseras, aunque luego ninguna las luciera en público. Hasta llegaban a pelearse porque Paco les llevara las pulseras a su casa. Él estaba pletórico, el negocio le iba de maravilla. Su sonrisa estaba mas descontrolada que nunca.

Lo curioso es que al poco tiempo dejó de elaborar sus pulseras, pero eso no impidió que su negocio fuera a mejor. Ahora, reducido el tiempo de elaboración, podía centrarse en las labores comerciales. Lo que no entiendo es que producto ofrece, pero el caso es que las mujeres siguen comprándoselo con verdadera devoción. Le podría preguntar a mi mujer, ella tiene una buena colección de pulseras de Paco, pero mejor lo dejo como está. Parece que sea lo que sea, le transmite parte de la felicidad que tiene él. Ahora, como el resto de mujeres, casi siempre está feliz y de buen humor. A este paso Paco "el empresario" va a hacer de nuestro pueblo el más feliz del país.