11 mayo 2009

El traje de la vida

El complicado explicar lo que es la vida, por eso recurrimos a metáforas, la mía es que la vida es como un traje.

El que tiene suerte lo encuentra a su medida y lo porta cómodo hasta que lo entierran con él puesto. Casos raros pero haberlos haylos.

Sin embargo, es complicado ese nivel de adecuación, lo normal es justo lo contrario. A unos les está pequeño y les asfixia, a otros les está grande y los abruman, otros lo arrastran desacompasado, por un lado les tira o necesita un zurcido, y en casos mas tristes les falta algún trozo o incluso alguna pieza completa. Luego están a los que les sobra el traje y se dejan llevar por la vida, o por la muerte.

Mi caso concreto, como cualquier otro, es cambiante. Hay tiempos donde me hubiese gustado tener varios trajes distintos, es complicado pero puede llegar a ser posible ese ejercicio de malabarismo vital. En otras ocasiones se me queda pequeño o grande y se me hace incómodo. Hay momentos en que te gustaría quitártelo y marcharte desnudo a buscar otro nuevo.Por suerte, y cruzo los dedos, no tiene aún ningún roto importante. De todas formas no me quejo, hacerlo sería darse demasiada importancia y eso, siendo simplemente un organismo pluricelular, no queda bien.

Seguramente la clave para ser feliz sea no darle demasiada importancia a nuestro vestuario y disfrutar del camino.

Bellezas equívocas

Hay mujeres con una belleza engañosa que nos despistan la percepción rápida que estamos acostumbrados a usar a la hora de ubicarlas en nuestra escala de deseos.

En ese primer vistazo, las hay por las que no darías mas de media hora de nuestra vida. Luego, en aquellos casos en que la suerte te las vuelve a cruzar por delante, te vas dando cuenta de que te equivocastes. Le vas descubriendo el atractivo debajo de su capa de tercera fila. Vistazo a vistazo te van gustando y al final te descubres encantado de volverlas a ver.

El caso contrario es aquella que te escandila a primera vista y que sin embargo en cuatro miradas le descubres la fealdad.

Al final se trata de la belleza interior que les fluye hacia la piel.

Hay una prueba interesante para solucionar estos equívocos: la puerta del colegio. Cuando la mujer lleva a sus hijos al colegio no hay lugar para equívocos. Ha pasado por la prueba de ser madre y mientras un niño le tira del brazo (o viceversa) no hay máscara que se resista. Además, nosotros no llevamos la mirada tan ávida como, por ejemplo, por la tarde. Pruebenlo, pero solo si tienen hijos que llevar al colegio y son discretos, sino pueden meterse en problemas y les será complicado explicar que están cazando bellezas equívocas.