04 noviembre 2005

Hija de alquiler

La sociedad moderna tiene su propio ritmo, cabrón e insensible pero muy suyo.

Esto lo comprendieron los hijos de Luisa cuando hace 5 años empezaron a calársele los huesos de poros y aparte de no poder andar no pudo:
- Cuidar los nietos.
- Acogerlos amorosa cuando se peleaban con las medias naranjas, peras y melones.
- Hacerles la comida del medio día.
... Y todos esos pequeños detalles que hacen imprescindible a una madre.

En ese momento los 5 (3 varones y 2 mujeres) fueron conscientes del problema que se les venía encima. Tras muchos "Yo no puedo...", Manolo (que para eso es contable) dio con la solución ideal: Contratar a una inmigrante para que la cuidara.

Dicho y hecho, pero sin precipitaciones. Tuvieron especial cuidado en la selección. No podían permitirse cambios constantes de asistenta, que eso en las condiciones de su madre podría ser traumático. Al final la escogida fue Rogelia: mulata, colombiana, con tres hijos en su país, un marido muerto y, no menos importante, una edad que no le permitía encontrar otro trabajo mejor para conseguir los ansiados "papeles".

De eso hace 5 años. ¡Tuvieron vista los jodíos!
Rogelia ha aguantado todo este tiempo, por una miseria, jornadas de 24 horas atendiendo a Luisa. Pero en una cosa se equivocaron, no lo hizo por miedo, lo hizo por amor. Por amor la llamaba "mamita" de esa forma cálida de los colombianos, por amor dormía a su lado por si en algún momento la necesitaba, por amor le cerró los ojos.

Durante estos años Luisa y Rogelia han formado una sufridora, pero agradecida familia. Rogelia le contaba de sus añorados hijos y Luisa le callaba de los suyos.

¡Todos felices!
La solución ha sido muy beneficiosa para la vida privada de los cinco hijos de Luisa. Para pagar el sueldo de la asistenta no han tenido que poner un céntimo y con tres visitas por año solucionaban sus obligacions filiales.

Ahora ya no están tan contentos. Luisa murió hace unos meses. Era algo esperado y no les afectó mucho, además tuvo el atino de morir durante el puente de diciembre y su entierro no generó mayores contratiempos.
El problema vino después con la herencia. Le ha dejado todo; casa en el centro del pueblo, cortijo con terrenos en las afueras, la cartilla y todos sus recuerdos; a Rogelia. ¡Y con recochineo!
"A mi hija querida Rogelia Tamale Banencia la nombro heredera universal de todo lo que poseo"

No han tenido forma de coger ni un duro. Al final el juez ha emitido una sentencia un tanto inusual:
"El amor es un camino de doble sentido" y los ha mandado a seguir con su vida, que seguro que andaban muy ocupados.