29 enero 2006

Sacos de papas a 3 €uros

No hay cosa mas ridícula que la pobreza; pero de una ridiculez ciega y terrible. De eso no te das cuenta cuando tienes lo suficiente, entonces es cuando te alejas de la línea "doméstica" que separa la vida de la muerte. Se empieza a difuminar, a desaparecer.

El otro día vi junto a la carretera a alguien vendiendo sacos de patatas a 3 €uros. Dice mi padre que son papas viejas lavadas para que se hidraten un poco y pongan mejor cara al comprador. Supongo que hay que ser de campo para reconocer detrás de ese truco una papa vieja de una joven. Yo ya casi no soy de campo, pero como me corre por las venas la desconfianza natural de los que son, no pico. Sin embargo, esos sacos me recordaron una vieja historia de la posguerra.

Fueron años crueles y difíciles (por la gracia de dios y la grandeza de españa, que dicho sea de paso le podían dar mucho pol'culo a ambos; como a todo lo que está a ambas líneas del Leteo para hacernos la vida infeliz... pero eso es otra historia...

Eran tiempo cabrones y para algunos mortales. Había una familia: un matrimonio, una abuela y cinco críos. La cosecha había sido miserable para todos los pobres del pueblo pero para ellos casi inexistente. A los dos meses de recogidas las pocas papas y unas gotas de aceite ya no tenían casi nada. El glorioso día del nacimiento del señor, el cura vino a reconfortarles y darles ánimos en la escasez; y de paso se comió lo poco que les quedaba.

Durante algún tiempo los vecinos pudieron ayudarles con lo que buenamente podían. Después, de forma tácita y silenciosa eso no fue posible y ni unos pidieron ni los otros dieron. Fueron pasando las semanas a base de indigestas sopas de matojos que recogían por el campo. Después de una de las nevadas mas fuertes que se recuerdan en el lugar, tampoco eso fue posible.

Primero murió la abuela, que prefirió olvidarse de la boca para que sobrevivieran sus nietos. Luego murió el hijo segundo. Fue al río a cazar ranas y lo cazó a él una pulmonía que lo fulminó en siete días. Al final, la debilidad y las diarreas, barrieron también a las dos niñas chicas. El resto sobrevivió para ver tiempos mejores...

El hambre, ahora que (aquí) todos se apuntan a la extrema-derecha, es algo irreal y hasta ridículo. Pero no es así, y me doy cuenta de ello cuando compruebo que con la calderilla que llevo en la cartera podría haber comprado las suficientes patatas como para salvarles la vida a esas cuatro personas. Si me estirara un poco y me diese por cambiar el billete de cincuenta euros que llevo, podría haberles comprado una cabra. En total con unos 60 euros, habrían vivido y hasta sido felices...