17 enero 2006

El pueblo

El pueblo está muerto, la inmigración lo hirió, la televisión lo remató. Los pocos viejos que quedan mueven rutinariamente los días prestados al calor de voces y gentes ajenas.

Los jóvenes fueron escapando de la trampa del hambre y el paro para caer en trampas de hormigón y desarraigo. Dejaron las raíces al aire por plantar a los hijos en terrenos mas fértiles. Atrás quedaron los viejos y los señoritos. Unos fueron muriendo y los otros fueron dejando de serlo.

El pueblo perdió las risas de los niños y los corros al atardecer en la plaza y "el caño". Las casas se fueron cayendo de abandono y los fantasmas se fueron secando en sus rincones. Se perdieron los amores silenciosos en las ventanas y se apagaron los viejos odios. Las calles quedaron tristes y sin la humedad de la vida.

Lejos, los trasplantados en tierra de nadie fueron olvidando sus infancias y sus quereres. Algunos con éxito pero con soledad, otros con un fracaso compartido, pero todos... anónimos y sin motes. Aquí, el pueblo se agota poblado de vacío.