14 diciembre 2005

Mercedes

Hoy he visto a un ex-amor mío, a Mercedes. Es casi como todos mis ex-amores, mucho de imaginario y poco de magreo. Yo tenía la virtud o el vicio de salir a un par de amores por semana. Eso con 18 años te lo puedes permitir. Sin embargo de ella estuve enamorada al menos... durante dos semanas.

La primera cita fue un poco rarilla. Ella era de un pueblo pequeñajo sin discoteca así que fue en el salón parroquial en una mesa camilla tomando el brasero. Inocentes y gilipollas de nosotros terminamos jugando al parchís. ¡Divina inocencia! ¡Joder! Ocasiones así son para jugar al streap pocker y acabar revolcándose en cualquier rincón, además con el aliciente de que luego te podías limpiar con una sotana y dejarle el lamparón al cura. Ahora ya sé que me moriré sin haber probado esa experiencia. Con cierta edad ya no es muy estético desnudarse en público. Calvicie, obesidad, granos y muchos pelos no son para ir luciéndolos.

Lo mismo fue culpa mía por ir con dos tíos que tenían novia formal. Con 18 años son ganas de hacer el tonto. El caso es que si cierro los ojos todavía puedo recordar el peculiar olor de su perfume, del brasero y de los aperos del cura.

La siguiente ocasión ya fue en un ambiente mas normal; en una fiesta de fin de curso del instituto. Estuvimos a buen rato juntos, pero ella era muy tímida y no soltó ni un "mú". Al final, como buen cobarde que soy, renuncié. En vista de que no me confirmaba que yo le gustase y pensando que estaba demasiado buena para que le gustase un piltrafilla como yo, practiqué un digna retirada y me fui en enrollarme con su amiga. Es lo que procede cuando tienes 18 años.

Como con la amiga era todo sexo sin amor, la cosa se fue enfriando entre los tres hasta que nos perdimos el rastro. A su amiga la veo de vez en cuando y juego a imaginarme que todavía me guarda rencor. A ella hacía tiempo que no la veía, por eso me ha sorprendido encontrármela hoy en una oficina donde he ido. Me ha sonreído con reconocimiento, pero yo como sigo tan cobarde y iba hecho una mierda con un chandal y barba de tres días he optado por fingir que nunca la amé. Porque la amé. Un servidor era muy vehemente para esas cosas, podía amar por dos semanas, por tres días o media hora, pero lo hacía hasta las trancas, sin reservas.


Eran otros tiempos...


Y ahora como propina un cuento con final falso...


Con 18 años las cosas del amor eran muy fáciles. Estabas un tiempo con una churri, pero a partir de la segunda semana, ya empezabas a echarle un ojo a sus amigas. Casi siempre salían con algún amigo tuyo, porque era mas cómodo enamorarse en grupo por el tema de la combinación de transportes y horarios. Pero estas cosas se entendían y los amigos no se te enfadaban por quitarle la novia. Así que empezabas la estrategia para enamorar a la novia de tu amigo, que era la amiga de tu novia. Cuando la cosa estaba madura, casi telepáticamente te sincronizabas con ella. Rompías con tu novia y automáticamente ella lo hacía con el suyo. Al día siguiente le pedías salir y a los dos días ya te dabas el morreo en los reservados de la discoteca al lado de tu amigo que: o había terminado saliendo con tu ex-novia o con otro amiga de ambas.

Todo sin dramas y sin miedos. Te pasabas la noche morreándote, ya que si no ibas a coger chicha hasta dentro de dos días era tontería desperdiciar lo que tenías a mano. Luego la acompañabas a su casa y al despedirte le decías que ella se merecía algo mejor y que lo dejabas por su bien. Altruista que era uno.

Un día cambió todo. Después de soltar el royo estándar de cortamiento, se me ocurrió pedirle un último beso. Verla llorar me tenía que haber prevenido de los riesgos de eso, pero uno había visto muchas películas románticas y esas cosas quedaban muy chulas para luego contarlas a los colegas. El beso lo estoy esperando, pero la ostia todavía me escuece. Aquel día descubrí que enamorar y dejar a personas de esa forma era muy duro, casi cruel. El guantazo me despertó y comprendí que comportamientos de esos hacían mucho daño; que no se podía ir así por la vida.

Desde entonces no he sido capaz de dejar a nadie. A pesar de eso sigo siendo el mismo enamoradizo de siempre. Hoy he descubierto que me he enamorado de Mercedes... ella también lo está de mí (esas cosas se saben). Sin embargo... no sé si podría llevar adelante otra familia; las seis que ya tengo requieren mucho esfuerzo y disimulo. Estoy al borde del agotamiento...

¡Mierda de empatía emocional!