13 diciembre 2005

A veces el odio...

A veces el odio es irreflexivo, ciego y muy cabrón; y una oficina puede ser una jungla de odios enquistados.

Siempre habían mantenido una relación estupenda. Se reían y se peleaban, pero jamás mantuvieron un enfado de más de veinticinco minutos. Todavía no sé que cambió todo eso. Si tengo que creerlo a él, fue debido a que un día ella se comió un pastel que le habían dejado a él de un cumpleaños de una compañera al que no pudo asistir. Nunca, en este siglo, un trozo tan pequeño de comida tuvo tales consecuencias, al menos a este lado del Mediterráneo.
La cosa fue a peor. Yo creo que él iba buscando excusas para odiarla. Es lo único que explica la que lió cuando ella le quitó un clip. O la cara de odio que le lanzaba cuando imprimía en su impresora.

Empezaron a perderse el respeto y nosotros la tranquilidad, por lo menos hasta que se perdieron también el habla. A partir de entonces bajaron los gritos, pero no la tensión. Él no dejaba que ella olvidara su odio, aunque a ella, que no lo había provocado, empezara a pasar del tema.

Nosotros tratábamos de serenarlo, de hacerle entender que un odio tan extremo era algo irracional que ella no se merecía. A partir de ahí también empezó a buscar excusas para odiarnos a nosotros. Ya le bastaba una sola, en mi caso fue que un día cabrón, de esos que no duermes porque a alguno de tus hijos, le da por ponerse malo toda la noche, no le dije "Buenos días". "Buenos días", pero capullo no me ves las ojeras chocando con las puntas de mis botas. Me dio igual, de todas formas aquel imbécil me estaba tocando ya las narices con sus tonterías. A todos nos fue pasando lo mismo. Ese fue nuestro error.

¡Lo estamos pagando! Estamos todos encerrados en la sala de los ordenadores. Él está fuera con una ametralladora (¿donde cojones se consigo una ametralladora en Albacete?). Grita cosas como "Isabel yo te quiero mucho", "os voy a matar a todos hijos de puta", " a ti la primera". Hay gente a la que el amor le sienta como una mierda. Ya podría haberse buscado otra forma de demostrarle su cariño distinta a ese odio intenso.

Ya no hay salida, pronto conseguirá la forma de entrar. Hemos tratado de tranquilizarlo; incluso le hemos ofrecido canjearla a ella por nuestra vida, ¡ni caso! Es el momento de matar o morir. Ojalá funcione esta trampa para electrocutarlo con los cables de los ordenadores. Ya he meado en la papelera, hay que tratar de acelerar la conductividad de la electricidad. Todavía sigo pensando que hacer arcos, con tangas y varillas de la persiana, para hincarle lápices es mejor idea; al menos abría visto el culo de la recepcionista antes de morir. Bueno ya no hay tiempo para reuniones y acuerdos, la mayoría manda.

Si no sobrevivo que alguien le diga a Pablito, Vanessa, a mi mujer y a la vecina del 5º E que los quiero mucho y que me ha matado el cabrito de Martínez de laboral que no sabe odiar como dios manda.

Adiós familia, adiós mundo, adiós internet, adiós blog...


¡Puta jungla de oficina!

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Mola...me has hecho reir maldito...Gracias.

13/12/05 1:31 p. m.  

Publicar un comentario

<< Home