Recuerdos

Acabo de pintar la casa y he tenido que aligerarme de cosas innecesarias.

Esto me ha hecho descubrir los pocos recuerdos que tengo de mis treinta y tres años.

De los cero a a los veinte años tan solo tengo, en una vieja caja de metal: un puñado de llaveros, un par de balas, algunas monedas viejas, algunos boletines de notas y una esclava de plata de una tal Pili, que no se ni quién es. De hecho, si hago memoria, la mayoría de esos recuerdos los heredé o se los quité a mi hermano cuando se fue a Barcelona. Casi no cuentan como recuerdos propios.

De los veinte a los veintisiete: algunos escritos sueltos, algunos publicados y otros solo emborronados; fotos y unos cuantos libros muy queridos. ¡No mucho la verdad!

De los veintisiete a la actualidad, no tengo ni idea de los que puedo tener, todavía no han alcanzando esa categoría y estoy esperando a que se sedimenten o se evaporen para hacer balance.

Parece mentira los pocos recuerdos que vamos arrastrando por la vida. Y hay que tener en cuenta que uno es bondadoso con los recuerdos propios, no quiero pensar lo que pasaría si fuesen recuerdos ajenos. Los recuerdos de los muertos no valen una mierda y en un par de "limpiezas a fondo" se liquidan.

Los únicos recuerdos válidos son los que uno se lleva puestos en el alma, el resto son detritus existenciales sin futuro.