21 noviembre 2005

Cada uno cargamos con nuestros muertos (III/III)

Uno carga con sus muertos y tira de la vida a base de inconsciencia y esperanza.

Ya no quiero, y quizás nunca los quise, a ningún tío. Son demasiados ajenos hasta para mis padres; sus hermanos.

Tan solo puedo querer a mis tías inconclusas: Eulogia y María.

Después de la muerte de su madre, vivieron tres y cuatro meses. Ni siquiera el tiempo suficiente para ganarse su nombre y sostener la cabeza.

Poco a poco se fueron apagando, por indecisión o por añoranza de la madre muerta; o solo por frío y hambre.

No dejaron ni tumba, tan solo un recuerdo tenue y breve, y mucha tristeza sobre tristeza.

A esas tías: Eulogia y María, si creo que las puedo querer siempre. Es dificil no quererlas si las miras a sus ojos desamparados y hambrientos de casi nonatos; de bebés abandonados.

Creo que quiero hasta a su hermana no nacida; aunque nunca existiera. Tengo que bautizarla para poder nombrarla... aunque ahora que caigo no es importante. Tampoco se el nombre de mi abuela que nunca tuve. Los fantasmas de uno no necesitan nombre.